Para preocupadiz@s
Pretendo mostrarles en este post, con un ejemplo, de qué modo funciona la ansiedad
patológica. Aclaro que, pese a que no aparece ningún dato específico con que
pudiese ser identificado el sujeto de este caso, de todos modos, sólo me dispuse
a publicarlo una vez que tuve su consentimiento.
Se trata de
un paciente de género masculino, de mediana edad, padre de familia y que ejerce
privadamente su profesión. Utilizaré el nombre de Francisco para referirme a él.
En su
niñez, recibió insistentemente un mensaje crítico por parte de su madre con
respecto a su forma de ser, que le hizo creer que era menos querible y propenso
a ser objeto de rechazo social.
Cuando era
un adolescente, su padre sufrió un abrupto deterioro en su situación económica
y, con él, un profundo abatimiento, así como la pérdida de consideración en
el círculo social en que se desenvolvía; de lo que Francisco fue testigo.
Mientras él mismo, en carne propia, experimentaba el distanciamiento de
compañeros de colegio y amigos de entonces.
Estos
antecedentes explicarían que se hubiese instalado un sesgo automático en cuanto
a la atención a señales de amenaza que, por una parte, le confirmaran que su
personalidad era desagradable y que, por otra, le alertaran si acaso su situación económica pudiere
sufrir algún sobresalto. También darían sentido a que confiase en medidas de
reaseguramiento, tal como la de no tolerar un saldo menor a determinada cifra
en su cuenta corriente, creyendo que con tal recaudo podría atenuar el riesgo
de arruinarse.
El esquema
se hizo aún más complejo: que no le fuese todo lo bien que esperaba
profesionalmente sería consecuencia del impacto negativo que su estilo de ser
provocase en eventuales clientes, y éste la exclusiva causa de perder antiguos.
Cuando disminuyen sus clientes, se activa la creencia de que sus defectos son
los responsables, y comienza la rumiación sobre cómo su carácter aleja a las
personas, perdiendo a la vez toda confianza en revertir la situación. Olvida,
así, que el haber mantenido una buena situación económica y una buena
valoración profesional fue posible no obstante contar con supuestos rasgos aversivos.
Francisco vive
en un equilibrio inestable permanente, teniendo la expectativa de que podrá
mantener cierta consideración de los otros en la medida que conserve su éxito,
pero temiendo a cada instante que su propia naturaleza le haga perder lo
conseguido.
Entonces,
los asuntos ansiógenos, que aquí identificamos, son el temor a la ruina y al
rechazo. Asuntos que gatillan preocupaciones incesantes e improductivas, que
incluso lo obligan a hacer esfuerzos redoblados por mantener el foco y ser eficiente
en las tareas propias de su profesión. Al creer que no debe cejar en la
búsqueda de soluciones que impidan que se aproxime a los escenarios temidos, paradójicamente,
alimenta dichas preocupaciones, para terminar por lamentarse en cuanto a cómo
es dominado por ellas.
No se
trata, como creen algunos, de lo improbable de la ocurrencia de tales
escenarios, sino de las creencias instaladas con respecto a su significado y a
lo que demuestran de cada uno lo que hace de las preocupaciones asociadas
fenómenos patológicos o, más bien, desadaptativos.
Si
Francisco aprendió que era desagradable y que la impresión que cree producir le
resulta inaceptable, se debe explorar el carácter peculiar de lo que tal
característica representa para él. Personas que pueden parecernos abyectas no
sólo tienen a cercanos que los quieren y hasta les resultan simpáticos; entre
ellos: dignatarios, gente de los medios de comunicación, delincuentes
redomados, etc. No se es desagradable en términos absolutos, sino que son otros
lo que lo juzgan de esa manera. Uno puede impresionar de un modo muy negativo a
quien no lo reconoce como parte de su mundo, con quien no se comparten puntos
de vista o bien prioridades de orden similar, para no ser más gráfico. Muchas
veces es hasta deseable no caer bien a cierta gente, permítanme decirlo.
Si, además, Francisco ha establecido como regla condicional que, si no lucha contra la
impresión que provoca en otros, entonces le irá mal, y no sólo en lo
profesional, no queda más que corregir dicha asunción carente de toda lógica.
Por supuesto, uno puede utilizar algunas estrategias de mercadeo para impresionar
mejor en cuanto a apariencia, expresión y trato a eventuales clientes blanco,
pero, probablemente, sea un esfuerzo innecesario. Lo realmente deseable es
tratar la ansiedad patológica, para lograr sentir incluso orgullo de lo que uno
ofrece y, también, disfrutar como se debe, de una vez por todas, de lo que se
ha conseguido en la vida.
En fin, he
intentado ofrecer una mirada, que les sea lo más intuitiva posible, de lo que
las preocupaciones desmedidas representan. Y, para quienes sufren algo similar,
no duden en buscar ayuda, puesto que los tratamientos disponibles son altamente
eficaces.
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