¡A desvincularnos!
Resulta más o menos intuitivo suponer que la forma en que pensamos, sentimos y actuamos en la adultez tiene su raíz en nuestras experiencias de infancia y adolescencia. Pero es a Freud a quien debemos la creencia universalmente sostenida de que los desórdenes mentales se originan en las etapas tempranas de nuestro desarrollo, cuando se instalan los desperfectos que impedirán en el futuro salvar ilesos de las dificultades que opone la vida. Aunque ya nadie atribuiría valor genético alguno a las fantasías incestuosas experimentadas durante la niñez. La teoría del apego de John Bowlby sigue representando, después de medio siglo de haber sido formulada, la misma majadería. Que los niños puedan, según dicha mirada, explorar lejos de su madre u otra figura sustituta, con la confianza de que contarán con ella en caso de sufrir alguna aflicción -lo que es denominado patrón vincular de base segura-, garantizará que sean adultos “resilientes”, es decir, no vulnerables a padecer patologías ps...